Olores, sabores y colores que emanan intensidad. Sonidos, personas y lugares que construyen diariamente una verdadera sinfonía andina; retazos de sueños e historia incaica que se convierten en verdaderos fetiches para cualquier viajero que ose poner un pie en la pachamama de Viracocha ..
"América, me hueles a Guayana, a cordillera helada, a tierra verde y lluvia tropical. Me hueles a pradera y a eterna primavera, me hueles a futuro y libertad"
Uno se imagina que basta con llegar el norte argentino, dejar atrás Purmamarca, Tilcara y La Quiaca y con un salto adentro de un viejo colectivo comenzar la aventura de transitar el altiplano de Bolivia y Perú; pero no, queda mucho más lejos que eso. La distancia no se puede medir en kilómetros porque lo que nos separa de la cultura andina está en la cabeza.
Los olores, los colores y los sabores del altiplano representan un fetiche para cualquier viajero que ose colocar un pie en esa tierra plagada de costumbres y hábitos incaicos...
En Bolivia y Perú, el mercado es una geografía de callecitas angostas donde todos venden algo y mirar significa comprar. Hasta los colores tienen precio. La consigna es caminar ligerito por esos laberintos para no ser abrumado por los cientos de vendedores y vendedoras que están al acecho y ofrecen alimentos, artesanías y diversidad de productos aplicando el clásico regateo, dado que en esos países regatear es ley. "Ida a cualquier parte o camino por donde se hace", cita el diccionario español en alguna de sus definiciones de la palabra viaje. A orillas de un camino de tierra, plagado de pozos que dificultan el tránsito me pregunto como se describiría un recorrido que entra y sale de las venas abiertas de América Latina.
Kilómetros de calles de tierra a lo largo del altiplano conectan pueblos, historias y gentes que se hilvanan con el viento y la sequía, quizás los únicos habitantes fijos que conozcan cada rincón y misterio inagotable de la idiosincrasia andina.
¿PARA QUE ESCRIBE UNO SINO ES PARA JUNTAR SUS PEDAZOS?... NO HAY MUCHO POR AGREGAR CUANDO SE ESTÁ EN ESA BÚSQUEDA. PASEN Y VEAN,COMPARTAN Y SIENTAN...
19.2.06
Desde Potosí a La Paz
Salir de Villazón, el pueblo que limita con La Quiaca en la frontera con Bolivia, no es nada sencillo, suele ser difícil conseguir boletos. Lo normal es que el viaje en colectivo desde Villazón a Potosí se alargue unas 6 horas mas de lo previsto, dado que los transportes son mediocres debido a los pozos que entorpecen el camino de tierra a lo largo de todo el altiplano.
Como realmente llegamos muy cansadas, dado que el camino nos había dejado extenuadas, nos metimos en el primer residencial que hallamos, que se encuentra justo frente a la terminal. Es muy barato - sólo 15 bolivianos por día, menos de dos dólares- pero califica con ganas en la categoría de bottom end. Camas muy viejas, baño bastante poco aceptable, interruptores de luz que te pegaban patadas…. Bien ubicado, pero nada más. Sólo para aquellos que estén buscando lo más barato en plaza.
De todos modos la ciudad es realmente hermosa y merece ser visitada. Se la puede visitar por ejemplo luego de pasar por un pequeño pueblo llamado Tupiza que se autodetermina la joya de Bolivia y luego de conocer el majestuoso Salar de Uyuni que contienen 12 mil Km cuadrados de sal en donde es posible apreciar la belleza de piedras y hoteles de sal además de diversos paisajes naturales, volcanes y momias...
Cuando uno llega a Potosí vislumbra aires coloniales en todo su apogeo. La arquitectura de esa ciudad del altiplano es un fiel reflejo de la conquista dado que es la reproducción de una ciudad española del siglo XVI, caracterizada por tener una iglesia cada dos cuadras. Está situada en las planicies de la Cordillera Oriental de los Andes, con una altura de unos 4.000 metros. Su clima, seco y frío, hace que esta ciudad se vea durante casi todo el año resplandeciente, luminosa, con un cielo azul, transparente, sin nubes, con el fondo del imponente "Cerro Rico".
Una de las cosas que más me llamó la atención es que hay una interesante cantidad de restaurantes. Uno muy interesante es La Manzana Mágica, a una cuadra de la plaza central. Su "pasta tailandesa", o spaghettis con salsa de vegetales, es deliciosa, y cuesta un dólar y medio. También es interesante el Sumaj Orcko, a una cuadra y media de la plaza; el picante de pollo está muy bueno, pero es bastante hot. La gran mayoría de los argentinos no podrían comerlos, gracias a tener una tradición culinaria que ignora por completo el uso de los picantes, con pocas excepciones.
Una de las cosas que más me llamó la atención es que hay una interesante cantidad de restaurantes. Uno muy interesante es La Manzana Mágica, a una cuadra de la plaza central. Su "pasta tailandesa", o spaghettis con salsa de vegetales, es deliciosa, y cuesta un dólar y medio. También es interesante el Sumaj Orcko, a una cuadra y media de la plaza; el picante de pollo está muy bueno, pero es bastante hot. La gran mayoría de los argentinos no podrían comerlos, gracias a tener una tradición culinaria que ignora por completo el uso de los picantes, con pocas excepciones.
También visitamos las minas de Potosí. Las condiciones de trabajo al interior de las minas siguen siendo tan difíciles como siempre; quienes allí trabajan tiene un promedio de vida entre 38 y 45 años dado que sus pulmones no resisten inhalar tanto polvillo y es así como estos hombres terminan muriendo de silicosis. Basta una hora de caminata por su interior para sentirse completamente agotado, claro que la altura-nada despreciables 4250 metros al nivel del mar- tiene un papel muy importante.
Potosí fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO al ser una ciudad que venciendo al tiempo y las corrientes de modernidad se mantiene intacta hasta el presente. La expresión ¡VALE UN POTOSI! en boga en la Europa del siglo XVI, tiene su origen en la importancia que la Villa Imperial de Potosí tenía para el mundo, merced a la producción de plata y el movimiento humano y económico que generaba.
Recorrer las calles de Potosí y visitar sus edificios, conventos e iglesias provoca al deseos de haber estado allí en la época de mayor esplendor de esta ciudad cosmopolita, cuando era comparada con París u otra capital mundial. En un recorrido por la ciudad es menester conocer la casa de la moneda, la Torre de la Compañía, el museo de Santa Teresa y por lo menos una décima parte de todas las catedrales que allí existen.
Potosí fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO al ser una ciudad que venciendo al tiempo y las corrientes de modernidad se mantiene intacta hasta el presente. La expresión ¡VALE UN POTOSI! en boga en la Europa del siglo XVI, tiene su origen en la importancia que la Villa Imperial de Potosí tenía para el mundo, merced a la producción de plata y el movimiento humano y económico que generaba.
Recorrer las calles de Potosí y visitar sus edificios, conventos e iglesias provoca al deseos de haber estado allí en la época de mayor esplendor de esta ciudad cosmopolita, cuando era comparada con París u otra capital mundial. En un recorrido por la ciudad es menester conocer la casa de la moneda, la Torre de la Compañía, el museo de Santa Teresa y por lo menos una décima parte de todas las catedrales que allí existen.
El salar de Uyuni es otro de los paraísos desconocidos de Bolivia, muy pocos conocen este lugar que se encuentra en el altiplano boliviano, a altitudes mayores a 3600 mts sobre el nivel del mar.
Es el océano petrificado, congelado, quieto y mudo… con cuatro horizontes infinitos sobre los que flotan algunos pequeños cerros oscuros a la distancia. Los residuos actuales de lo que alguna vez fue mar, y alguna vez un lago, hoy son diez mil millones de toneladas de sal fina extendidas a lo largo de doce mil kilómetros de altiplano boliviano.
De aquí se extrae de manera artesanal la sal que consumen los pobladores. Las condiciones para exportación o explotación masiva aún no se han dado. Una bolsa de sal cuesta 0.08 bolivianos (para referencia un dólar son 8.10 bolivianos)
Se ha hecho bastante famoso el hotel de sal que existe en medio del salar. Tal vez porque estamos acostumbrados a ver la sal en pequeños granos sobre nuestras comidas. Sin embargo son bloques sólidos de un mineral similar en apariencia a un ladrillo blanco.
En el salar también se encuentra la Isla del Pescado. A diferencia de las islas que conocemos esta no flota en agua, pero se ve como una isla en medio de este gran océano blanco de sal. Inmensos cactus decoran este lunar oscuro en medio del salar. Me imagino que si hubiéramos caminado sobre el glaciar Perito Moreno en Argentina, la sensación hubiera sido la misma que caminar sobre el Salar de Uyuni.
La visita concluye escalando un volcán, un misterioso lugar donde el tiempo parece haberse detenido cubriendo de lava gran parte del paisaje.
Es el océano petrificado, congelado, quieto y mudo… con cuatro horizontes infinitos sobre los que flotan algunos pequeños cerros oscuros a la distancia. Los residuos actuales de lo que alguna vez fue mar, y alguna vez un lago, hoy son diez mil millones de toneladas de sal fina extendidas a lo largo de doce mil kilómetros de altiplano boliviano.
De aquí se extrae de manera artesanal la sal que consumen los pobladores. Las condiciones para exportación o explotación masiva aún no se han dado. Una bolsa de sal cuesta 0.08 bolivianos (para referencia un dólar son 8.10 bolivianos)
Se ha hecho bastante famoso el hotel de sal que existe en medio del salar. Tal vez porque estamos acostumbrados a ver la sal en pequeños granos sobre nuestras comidas. Sin embargo son bloques sólidos de un mineral similar en apariencia a un ladrillo blanco.
En el salar también se encuentra la Isla del Pescado. A diferencia de las islas que conocemos esta no flota en agua, pero se ve como una isla en medio de este gran océano blanco de sal. Inmensos cactus decoran este lunar oscuro en medio del salar. Me imagino que si hubiéramos caminado sobre el glaciar Perito Moreno en Argentina, la sensación hubiera sido la misma que caminar sobre el Salar de Uyuni.
La visita concluye escalando un volcán, un misterioso lugar donde el tiempo parece haberse detenido cubriendo de lava gran parte del paisaje.
En la ciudad más alta del mundo
Los niños caminan todo el día y parte de la noche por las calles de La Paz y no necesariamente para jugar o encontrarse con sus amigos. Por el contrario, ver chiquitos vendiendo artesanías, títeres y cigarrillos es moneda corriente en suelo andino. Mientras un pequeño de siete años lustra zapatos a un turista, otro exprime su garganta ofreciendo desesperadamente cigarrillos con la marca del "Che Guevara".
Conseguir un hostería cómoda y barata no es difícil. Todas las calles, sobre todo las cercanas a la terminal están llenas de lugares baratos para dormir con ánimos mochileros, por supuesto. Por menos de 15 bolivianos, equivalentes a 5 pesos argentinos; es posible conseguir una cama y una ducha con agua un tanto fría, por cierto.
La ciudad más alta del mundo en donde es frecuente estar apunado y con poco oxígeno, cuenta también con un singular mercado llamado el mercado de los Brujos. Este lugar se halla ubicado en el casco viejo de la ciudad en medio de las calles coloniales como son: la Sagárnaga y la Linares y lleva ese nombre porque en él se expenden elementos curativos y tradicionales de la Cultura Callahuaya.
El templo San Francisco también es un lugar majestuoso que subyuga a los viajeros que visitan La Paz y quedan impresionados con este lugar por su estilo barroco y su importancia histórica dado que su construcción data del año 1549.
La Paz es una verdadera metrópolis andina. En cada resquicio de sus callecitas angostas y pedregosas esta ciudad sabe a aires entrañablemente incaicos, su gente y el ritmo pausado con el cual entretejen diariamente sueños, memorias y el folclore cotidiano de vivencias que le son absolutamente propias deja sorprendido a cualquier espíritu viajero...
Definitivamente Bolivia tiene pachamama, tiene folclore de simplicidad, esconde resabios de calma y serenidad, como la de aquellos sabios chamanes que tras su sosiego guardan añejas experiencias del arte de vivir...
A Bolivia suelen visitarla muchos viajeros que con una mochila al hombro buscan en esos aires el sentido de sus propias búsquedas. Muchos llegan desde Israel, Inglaterra, Alemania, Suecia, España y diversos países de Europa.
Aveces llegan para comenzar su recorrido por Sudamérica, como ellos suelen explicar, otras veces tan solo por curiosidad, guiados por la inspiración que les dio el leer los Diarios de motocicleta que algún día "El Che" escribió para intentar describir sus más profundos sentimientos hacia esta América que sangra pero que también ríe y vive en cada rostro indígena que deambula por esta tierra bendita...
El templo San Francisco también es un lugar majestuoso que subyuga a los viajeros que visitan La Paz y quedan impresionados con este lugar por su estilo barroco y su importancia histórica dado que su construcción data del año 1549.
La Paz es una verdadera metrópolis andina. En cada resquicio de sus callecitas angostas y pedregosas esta ciudad sabe a aires entrañablemente incaicos, su gente y el ritmo pausado con el cual entretejen diariamente sueños, memorias y el folclore cotidiano de vivencias que le son absolutamente propias deja sorprendido a cualquier espíritu viajero...
Definitivamente Bolivia tiene pachamama, tiene folclore de simplicidad, esconde resabios de calma y serenidad, como la de aquellos sabios chamanes que tras su sosiego guardan añejas experiencias del arte de vivir...
A Bolivia suelen visitarla muchos viajeros que con una mochila al hombro buscan en esos aires el sentido de sus propias búsquedas. Muchos llegan desde Israel, Inglaterra, Alemania, Suecia, España y diversos países de Europa.
Aveces llegan para comenzar su recorrido por Sudamérica, como ellos suelen explicar, otras veces tan solo por curiosidad, guiados por la inspiración que les dio el leer los Diarios de motocicleta que algún día "El Che" escribió para intentar describir sus más profundos sentimientos hacia esta América que sangra pero que también ríe y vive en cada rostro indígena que deambula por esta tierra bendita...
Los mercados de artesanías son un clásico siempre viviente en el altiplano de Bolivia y Perú. Cuando uno recorre esas extensas ferias siente que está explorando el centro mismo del corazón andino. La música de flautas y charangos penetra todos los sentidos hasta hacerse eco en lo más intimo de cada persona; es que lo que se emite con sentido y razón de ser es capaz de trastocar la médula de un ser humano y elevarlo a cúspides desconocidas hasta ese momento, como si uno se viera envuelto en un embrujo, o estuviera sintiendo los efectos de un alucinógeno...
Los habitantes del altiplano tienen una característica que los engrandece; es nada más y nada menos que el orgullo por sus raíces y costumbres. Cuando uno pone un pie en ese suelo, es imposible no sentir alguna señal incaica y verse atraído, como si de un llamado se tratara, por todos los iconos que conforman la idiosincrasia andina.
Uno no puede dejar de hacerse parte de ese ritual sagrado que es el condimento esencial de cada habito, costumbre y creencia de los sabios y tranquilos caminantes de esta Sudamérica que nos pide a gritos que la reconozcamos como nuestra madre...
Las calles de tierra del altiplano transportan a los viajeros a un autentico film de imágenes precolombinas. Las montañas coloridas, la rojiza tierra surcada de llamas, alpacas y vicuñas que caminan y pastan por los campos, representan un panorama único e irrepetible para los ojos...
Por los costados de la ruta deambulan muchos de sus trashumantes habitantes originarios con sus vestimentas típicas, imposibles de no reconocer desde lejos por el fulgor y la viveza de sus colores y la textura única de sus telas labradas artesanalmente...
Cuando uno se baja en algún pueblito cercano a La Paz es usual que una de las vendedoras se acerque a ofrecer artesanías y también bebidas y choclos con queso. En ese mismo instante, aunque él estomago esté cerrado, el apetito llama a la puerta de cualquier viajero que no puede resitirse a la tentación de comerse un exquisito choclo o un típico tamal andino...
Los habitantes del altiplano tienen una característica que los engrandece; es nada más y nada menos que el orgullo por sus raíces y costumbres. Cuando uno pone un pie en ese suelo, es imposible no sentir alguna señal incaica y verse atraído, como si de un llamado se tratara, por todos los iconos que conforman la idiosincrasia andina.
Uno no puede dejar de hacerse parte de ese ritual sagrado que es el condimento esencial de cada habito, costumbre y creencia de los sabios y tranquilos caminantes de esta Sudamérica que nos pide a gritos que la reconozcamos como nuestra madre...
Las calles de tierra del altiplano transportan a los viajeros a un autentico film de imágenes precolombinas. Las montañas coloridas, la rojiza tierra surcada de llamas, alpacas y vicuñas que caminan y pastan por los campos, representan un panorama único e irrepetible para los ojos...
Por los costados de la ruta deambulan muchos de sus trashumantes habitantes originarios con sus vestimentas típicas, imposibles de no reconocer desde lejos por el fulgor y la viveza de sus colores y la textura única de sus telas labradas artesanalmente...
Cuando uno se baja en algún pueblito cercano a La Paz es usual que una de las vendedoras se acerque a ofrecer artesanías y también bebidas y choclos con queso. En ese mismo instante, aunque él estomago esté cerrado, el apetito llama a la puerta de cualquier viajero que no puede resitirse a la tentación de comerse un exquisito choclo o un típico tamal andino...
Copacabana es un fiel reflejo de esos pequeños pueblos que esconden un sincretismo muy fuerte en sus entrañas. Sus habitantes son igualmente fieles a la Virgen pero también a sus creencias más propias. Esa dualidad cultural viviendo al unísono no ha dejado de sorprenderme a lo largo de todo el viaje dado que en esta tierra, tan silenciada, en donde tanta sangre corrió para que olvidaran sus propias raíces, no surtió efecto el plan de los colonizadores que pretendían acallar a un pueblo y toda su consecuente simbología cultural...
Lejos de eso, en el altiplano es muy frecuente observar una gran conjunción cultural. La imagen de los dos toros de prosperidad en los techos de las casas, así como la adoración al puma, la serpiente y el halcón, los tres animales sagrados para la cultura andina, son tan vistas como la imagen de una cruz católica. Favorablemente, ni un millón de sangre derramada puede matar lo que es propio de un pueblo, lo que nace espontáneamente de sus más profundas entrañas...
Lejos de eso, en el altiplano es muy frecuente observar una gran conjunción cultural. La imagen de los dos toros de prosperidad en los techos de las casas, así como la adoración al puma, la serpiente y el halcón, los tres animales sagrados para la cultura andina, son tan vistas como la imagen de una cruz católica. Favorablemente, ni un millón de sangre derramada puede matar lo que es propio de un pueblo, lo que nace espontáneamente de sus más profundas entrañas...
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