14.8.11

NORTE



Hubo alguna vez en la faz incierta del éter una razón aparente para que la energía que circunda mis entrañas eligiera tu vientre como canal de bienvenida al caleidoscopio de mi existencia.

Dicen que las almas que nos acompañan en esta vida han venido siendo compañeras por lo menos alrededor de 5 vidas previas y si se trata de vínculos capaces de despertar emociones triviales y a la vez fundamentales, seguramente hay más de mil ciclos en los que nos venimos encontrando.

Hoy, en esta porción del espacio y del tiempo varias puñaladas filosas en el centro de mi propia pena me conducen a tu vientre, al refugio más certero de mi vida, Al olor del rissoto único e inigualable con un fino gusto a laurel que sabes cocinar y sazonar con la magia y el matiz singular de una mujer que ha parido 3 hijos.

Y hoy, uno de los dedos de tu mano, como vos siempre decís, se despierta con las fotografías de tus cansancios y tus noches en vela tejiendo posibles pequeños gestos para hacer felices a tus células andantes.

Y el dinero que nunca fue a parar a los deseos propios para poder enviarlo a través de un buzón a los gustos de los hijos. Y las madrugadas planchando ropa que nunca hubiese necesitado ser planchada, y esa rica torta 1, 2, 3, 4 que junto con las albóndigas han menguado las etapas de mi vida.

Entro a un laberinto, el de caminar el devenir cotidiano sin los bastones de tu esencia y al abrir los ojos el vidrio empaña la mirada y encuentra tu vientre para dormir una noche más, sin que importen los años que tenga, ni la adultez que hoy me toca portar aún con la duda de saber si me cabe ese traje.

Una mañana más me permito amanecer con el cordón umbilical rodeando mi cuello, con el inigualable estado de ser un alma amada sin medias tintas, con el desparpajo de saber que aún en el océano, tu aroma será siempre la brújula exacta para llegar a mi norte y que la ley de la gravedad tiene nombre y apellido.

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