La ciudad se despierta y uno duda de la realidad y de los sentidos. ¿Es posible que esas señora de largas y coloridas polleras estén ofreciendo cigarrillos, cereales y golosinas en medio de la plaza de armas?. ¿Que en ese puesto de la esquina alguien esté cocinando pollo frito al aire libre y a cualquier hora del día la gente coma en la calle esa comida como si fuera una galleta?. ¿O que ese señor del mercado prepare bebidas con más de 50 plantas y hierbas de la selva peruana?.
No alcanzan los ojos, la nariz ni la cámara de fotos para guardar en algún archivo concreto de la memoria todo lo que está pasando en un solo instante en la plaza de Cusco, lugar en donde los incas y su imperio mostraron su esplendor hace más de 500 años y aún hoy guarda en muchos rincones, en sus calles angostas de piedra y en sus templos pequeños el espíritu andante de la cultura Inca.
! Amigooo viaje a las ruinas incas y al valle sagrado!, grita un peruano en voz alta dado que allá la voz es el medio más propicio para comunicar cualquier tipo de mensaje. Terminales y calles se ven aturdidas a diario por las voces de una multitud de personas que ofrecen diversos servicios y productos y aturden los oídos de los viajeros desacostumbrados a ese hábito...
Cierro un instante los ojos y contemplo la oscuridad acompañada de sonidos y voces; algo me dice que ese momento no lo volveré a repetir, ni que tampoco mi mochila volverá a pasar por las mismas experiencias y vivencias. Sucede que el altiplano tiene rasgos muy especiales, su gente es amable, tranquila, poseedora de un sosiego que ninguno de nosotros creería...
No alcanzan los ojos, la nariz ni la cámara de fotos para guardar en algún archivo concreto de la memoria todo lo que está pasando en un solo instante en la plaza de Cusco, lugar en donde los incas y su imperio mostraron su esplendor hace más de 500 años y aún hoy guarda en muchos rincones, en sus calles angostas de piedra y en sus templos pequeños el espíritu andante de la cultura Inca.
! Amigooo viaje a las ruinas incas y al valle sagrado!, grita un peruano en voz alta dado que allá la voz es el medio más propicio para comunicar cualquier tipo de mensaje. Terminales y calles se ven aturdidas a diario por las voces de una multitud de personas que ofrecen diversos servicios y productos y aturden los oídos de los viajeros desacostumbrados a ese hábito...
Cierro un instante los ojos y contemplo la oscuridad acompañada de sonidos y voces; algo me dice que ese momento no lo volveré a repetir, ni que tampoco mi mochila volverá a pasar por las mismas experiencias y vivencias. Sucede que el altiplano tiene rasgos muy especiales, su gente es amable, tranquila, poseedora de un sosiego que ninguno de nosotros creería...
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